Cuando era un niño de 9 años, una profesora nos animó en clase a expresarnos artísticamente dibujando lo que quisiéramos. Era un día de fiesta y estaba lleno de entusiasmo por plasmar en el papel mis emociones y pensamientos a través de colores vibrantes y formas abstractas. Sin embargo, mi alegría se convirtió en incredulidad cuando, al mostrar mi creación a la profesora, ella la despedazó frente a mis ojos. Ese acto dejó una marca profunda en mí, llenándome de miedo y rechazo hacia la expresión artística.
Durante años, evité pintar y compartir mi arte, temeroso del posible rechazo. Años más tarde, tras un cambio significativo en mi vida, finalmente encuentro la fuerza para compartir mi arte con el mundo.
Hoy, miro hacia atrás y reconozco que la acción de mi profesora, aunque dolorosa, fue un punto de inflexión en mi vida. Aunque no la culpo, entiendo que su acto pudo haber sido resultado de sus propias luchas internas y experiencias pasadas. Más que resentimiento, siento gratitud por el crecimiento personal que experimenté a raíz de ese incidente.
Mi obra «Angel«, inspirada en el dibujo original que fue destruido aquel día, representa la resiliencia y el renacimiento.
A través de mi arte, busco transmitir un mensaje de esperanza y amor, demostrando que, a pesar de las adversidades, el amor siempre prevalece.